Hace días que ando pensando en cómo hacer un retrato. Supone un trabajo de orfebrería para el obrador de un compañero de viaje y tiene el propósito de servir como trazado de un pseudo-prólogo o “login” de acceso a este espacio. Un posible precepto orientador o simplemente contraindicaciones como aviso para navegantes…
Si tuviera que desmontar, o montar según se mire, al Falso John Boy, lo haría por piezas. Elegiría fundamentalmente tres. Y con cada una de ellas sabría dónde y encontraría el porqué con el que lograría entender el todo. ¿Por dónde empezar?
En primer lugar lo haría por el corazón. Justo en el centro de todo. Engranaje con el que en John, todo tiene explicación o a su vez todo parece inexplicable. Corazón de aquellos de raza, en el que no cabe nada a medias. En él todo es intenso, pasional, a ratos visceral, pero sobretodo imperfecto. En la imperfección radica la belleza y en John incluso el nombre es imperfecto. Este “trasto” director de orquesta o jefe de estado que a menudo se desborda y le juega malas pasadas, es su línea de flotación y su principio y final que proyecta en una pantalla cuando las emociones se le abrazan a la razón.
Seguiría con los ojos. De mirada conspicua y pertinaz que a menudo cuenta más que las palabras, ve la vida a su alrededor a veces pasar y a ratos de frente. Es con la mirada con la que no logra esconderse y es sólo en ella donde encontramos el filtro de sus emociones y en la que, si te fijas bien, puedes apreciar un caleidoscopio que aún guarda el brillo aquel que en la infancia nos hace pensar que algún día seremos grandes.
Y finalmente me detendría en el cerebro. Laberinto virtuoso con el que John descifra el mundo. Un mundo a sus ojos, tantas veces críptico e indescifrable. La inquietud no descansa y a veces malvive, pero sabe cuidarse bien. La ración de bohemia es un billete para volar en primera en el viaje de las mentes libres. En él habitan todo tipo de ideas, pensamientos y se gestan innumerables proyectos.
Con estas tres piezas tenemos el mapa y el espejo que debemos mirar para entender la proyección del personaje o a lo mejor para alcanzar a hacerlo de algún rincón de nosotros mismos. Pasen y vean. Pero sobretodo… cierren los ojos y déjense llevar!
Nicolás Rodríguez Pérez